Hoy he abierto un ojo al grito de: «Mamaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, quéeeeeeeeeeee, mamaaaaaaaa, quéeeeeeeee» (porque no se porqué se contesta a si mismo cada vez que me llama). Por dios, debe ser muy muy pronto porque por la ventana se cuela la típica luz rosita del amanecer. 6:35am.
Recordadme que monte una empresa de instalación de persianas en Chicago, porque me iba a forrar del todo.
Voy de puntillas a la cama del pollo. Alguna vez me ha pasado acercarme a su habitación por el pasillo al grito de «¿qué quiereeeeeeeeeeeeeeeeeeeeees?» y resulta que lo he acabado despertando yo solita porque estaba hablando en sueños. Pero hoy no. Hoy era uno de esos días en los que ya está con los Hot Wheels en la mano:
-«Mamá, jubar. Coches. Caca. Teo, leeme Teo. Caca». – Así, todo junto y de sopetón.
Hace dos semanas no le hubiera hecho mucho caso. Me hubiera tumbado en su cama y le hubiera dicho: «Venga cariño, léele Teo a mamá, así mientras me haces mimitos en la espalda y un masajito en la cabeza. ¿Ves qué divertido? mira que bien lo pasamos». Y yo mientras a roncar cual oso pardo.
Pero esta semana no. No me atrevo. Vivo de puntillas en casa.
Así que voy a su cuarto y sin mediar palabra le pongo la pista de los coches. Y contengo la respiración. «Por dios, que haya acertado, que haya acertado»- Pienso por lo bajini.
Parece que vamos bien, pone sus coches, pum, flus, fis, crash , spun. Ya se ha aburrido, pero bueno, he ganado 12 minutos.
Las 6:47h
Vuelve a pedir caca, que no es caca. El heredero llama «caca» en genérico a ir al baño, no se porqué. Esto trae muchos inconvenientes, sobre todo cuando estamos en el parque y hay llamada de socorro, porque nunca sabes si va a haber mojón y hay que sacar el mini váter portátil o si es un chorrete que apañamos rapidito entre los arbustos.
Lo llevo al baño, sin osar decir ni mú. Tengo miedo.
Mientras estamos en el váter me pide show. Y yo interpreto todo el repertorio: la vida pirata es la vida mejor, el cocodrilo y el orangután y row your boat. Pone una mueca. No está satisfecho. Me hago un bis de la vida pirata y asiente con aprobación.
7:02h
Oh oh. Tengo hambre. Tengo muuuuucha hambre. A ver cómo lo planteo porque nos hemos ido a leer un libro y no le gusta que deje los libros a mitad. Mi señor se va a enfadar mucho si voy en un rapidito a poner la tostadora, así que aguanto el tirón y dos libros de dinosaurios después me escapo entre aspavientos histriónicos a poner un vaso de leche: «que bieeeeeeeeeeeeeen, a desayunaaaaaaaaaaaarrrr. Uuuuuuhhhhh pero qué bueno todo!!!! yummy yummy! bizcocho! muffin! tostada!».
Pollo enarca una ceja. Sabe lo que estoy haciendo.
Aún así me deja que siga con el teatro y me sigue a la cocina. Saco el té, las tostadas de la tostadora, la leche en su taza de la vaca con pajita, del color que le gusta, y el bizcocho que le hizo Marido el otro día. Todo transcurre con normalidad.
7:22h
Me siento en la silla y…
«AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH, nooooooooooooooooooooooooooooooooooo».
Vale, aquí vamos. Ha ocurrido. Joder, hoy es demasiado pronto.
De repente me encuentro con una bestia salvaje tirada en el suelo, al grito de «NOOOOOOOOO, NOOOOOOOOO, NOOOOOOO». De los hipidos que suelta no puede ni respirar. Y no me deja que lo toque. Parece que le estén matando.
Recuerdo una frase que nos dijo una amiga sobre las rabietas de su hijo de dos años: «Si mis vecinos fueran responsables, llamarían a la policía al oír a mi hijo». Y así me siento yo ahora mismo.
Sé que he hecho algo mal (en su cabeza rubia), pero no logro averiguar el qué. Tiene el plato que le gusta, el desayuno que le gusta, la pajita del color que le gusta. ¿Entonces qué coño ha pasado?. He tenido todo el cuidado del mundo en tostar las tostadas en un punto ni muy tostado ni muy blanquito, le he recortado los bordes. La leche está fría, como le gusta…
«NOOOOOOOOO, NOOOOOOOOO, NOOOOOOO».- Sigue en plan drama queen.
El otro día me meaba yo sola de la risa. Resulta que ha salido en todos los periódicos lo bien que gestiona Kate Middleton las rabietas de su hija Charlotte de dos años, junto a unas imágenes de la niña «teniendo una rabieta». Me desorino. Eso ni es una rabieta ni es ná. Si los servicios sociales vieran al pollo tener una rabieta, me llevaban presa.
Después de unos buenos 20 minutos tirado en el suelo, y cuando ya no puede ni respirar, consigo acercarme a él radiándolo todo: «mama se va a acercar a ti, te voy a dar un abrazo, vamos a hablar de qué te pasa, use your words, use your words» (que no funciona un cagarro, él se calma cuando él quiere, no cuando yo intento calmarlo).
Entre hipido e hipido le pregunto:
Yo.- «Cariño, ¿qué pasa?, no te puedes poner así, hablame».
Pollo.- «hip, hip, hip, mamá, mala, hip».
Yo.- «¿Mamá ha sido mala?, ¿ha hecho algo que no te ha gustado?».
Pollo.- «hip, hip, hip, si, mamá, mala, hip».
Yo.- «¿Y qué ha sido, mi amor?».
Pollo.- «Mamá ha sentado silla roja, hip. mama sienta silla blanca».
Ah.
Vale. Me he sentado en una silla distinta a la que quería. Vale.
7:56h. Me quedan 4 minutos para que venga la babysitter.
Creo que necesito un café.